viernes, 17 de mayo de 2019

Habla bien, habla'n andalûh (Parte primera)

Normalmente, si se habla de cuáles son los dos bloques de la lengua española, pensamos en América y en la propia España. Dentro de esta, tenemos lenguas cooficiales y dialectos, siendo uno de ellos el andaluz. El problema de esta definición tan simple es que dejamos muchas cosas sin decir, y damos otras tantas por hecho.

En lingüística, un dialecto es la variación de una lengua, que se define por una fonología, gramática y vocabulario propios, cuyo uso se restringe a una zona geográfica o grupo social determinados. No está reconocido como oficial y se excluye de la enseñanza básica. Sin embargo, siendo el andaluz un dialecto moderno y meridional (al menos según algunos libros de consulta), "su complejidad fonética no es comparable con ninguna otra" (Gutiérrez, Mª.L. et al, 2007). Se dice también en estos libros que es una amalgama de castellano, leonés, catalán, aragonés, arabismos y arcaismos, debido a la repoblación de Andalucía con gentes de dichas tierras, tras la mal llamada Reconquista. Y aun leyéndolo en un libro, o más concretamente, en un manual de lengua española, la cosa no me cuadra. No tengo contexto, no tengo matices ni explicaciones para muchas cosas. O ese regusto me deja.
Para rematar, leo la definición, según dicho manual, de lo que se considera hablar bien:
Expresar con eficacia lo que nos hemos propuesto transmitir, de modo que el mensaje resulte adecuado teniendo en cuenta quién es el interlocutor y en qué situación comunicativa nos hallamos
Vamos a ver, que las cosas me están cuadrando menos todavía. Según esto, les andaluces hablamos perfectamente, porque desde luego nos entendemos. Incluso con gente de fuera de la comunidad. Pero nos dicen y repiten hasta la saciedad que estamos hablando mal. ¿A quién hay que echarle cuenta, entonces? ¿A la lingüística, o a las autoridades mesetarias? ¿O a ninguna? Esto tenemos que explorarlo en condiciones...
Sabemos que las lenguas son símbolos identitarios, elementos culturales, que permiten la comunicación entre quienes las hablan, posibilitando la vida. Reflejan formas de pensar y de sentir, valiéndose de toda una estructura que sirve a los intereses y necesidades del grupo, de ahí su dinamismo y varianza, incluso entre zonas muy próximas entre sí. De hecho, se sabe de sobra que la evolución lingüística y la sociocultural van de la mano. Por eso, a más variedades dialectales, mayor enriquecimiento y vitalidad de las lenguas, pudiendo llegar los dialectos a convertirse en lenguas como tal.

Hagamos un repaso a la evolución de nuestro habla. Veníamos diciendo que el andaluz es un dialecto del español de España. En un principio este se conocía (y aún hoy se le llama así) como castellano, y era un dialecto romano de origen cantábrico, derivado del latín. Con la Reconquista se extendió por la península, imponiéndose en la Baja Andalucía en el siglo XIII. El sustrato lingüístico en aquel entonces lo teníamos en lenguas prerromanas como el tartesio, que se hablaba en la zona del Algarve y en el Bajo Guadalquivir, del que nos quedan varios topónimos mediterráneos, como son los sufijos  -ipo y -oba.
La península ibérica queda incorporada al imperio romano en el 218 a.C., con el desembarco romano en Ampurias, siendo la Bética la región que más rápido asimiló las formas romanas (se cree que porque tenía un mayor nivel cultural, y la asimilación se le hizo más natural), y fundándose una de las grandes ciudades del imperio, Itálica. Poco tiempo hizo falta para que empezara a hablarse un latín hispánico (el que llevaría al castellano).
En el siglo V se produce la invasión de los pueblos germánicos en la península, asentándose en el sur uno de esos pueblos, los vándalos, durante unos pocos años antes de pasar a África. De hecho, uno de los orígenes etimológicos que se le dan al nombre Andalucía viene de Wandalus, tierra de vándalos, aunque esta hipótesis ha ido perdiendo fuerza con los años y hoy apenas se considera. También podría deberse al nombre que se le daba entonces a Tarifa, Portu Wandalu, pues fue el lugar por donde salieron los vándalos y por donde, posteriormente, entrarían los árabes a la península.

Con la llegada de los árabes, esta lengua se convierte en la oficial, conviviendo con la lengua romance, usada por los mozárabes descendientes de los hispanogodos en contextos domésticos. Esta presentaría unos rasgos arcaizantes, por estar aislada del resto de lenguas romances que se hablaban en ese momento en la península. En Al-Andalus, la mezcla de ambas lenguas, con mucho vocabulario árabe, se denominó Aljama, dándose entre los siglos VIII y X (un ejemplo es la palabra Guadalquivir, siendo wad la palabra árabe para designar al río y Kabir o Kibir, la palabra aljama para decir grande). De hecho, este dialecto tuvo su máxima representación en la moaxaca, género lírico con los textos en árabe y los versos, llamados jarchas (con arabismos de uso cotidiano), en romance.
A pesar de todo, y dado que quedaban pocos hablantes del dialecto mozárabe, la expansión del castellano terminará por acabar con este, realidad que se consolida durante el reinado de Alfonso X.

Estando así las cosas, cuando les tocó reinar a los Reyes Católicos, el castellano estaba más que instaurado. Lo denominaron español, para afianzarlo como lengua nacional e instrumento de cohesión del reino. Es por aquella época, en 1492, cuando Antonio de Nebrija publica su Gramática castellana, mostrando el lenguaje que entonces se consideraba vulgar (¿adivináis qué lenguaje era ese?) con la intención de incluir a sus hablantes en esa identidad nacional. Tuvo su réplica en 1535 (o más bien en 1736, que fue cuando se publicó), cuando Juan de Valdés escribió el Diálogo de la Lengua. En este texto criticaba el trabajo de Nebrija porque no se atenía a la norma culta, cuando, según Valdés estimaba, lo que dignifica una lengua es su uso literario, no su habla, y por ello se debe hablar tal y como se escribe. Sin embargo, obvió las razones de Nebrija, que eran históricas y absolutamente fundadas.
¿Y qué razones son esas? Bueno, pues os dejo con la intriga hasta el próximo día. Entonces os terminaré de contar por qué el habla andaluza merece un respeto.

Parte segunda 

Webgrafía/Bibliografía

-Definición de dialecto en definicion.org
-Apuntes sobre el idioma tartésico en Wikipedia
-Apuntes sobre toponimia en rodas5.us.es
-Sobre el Diálogo de la lengua
-Gutiérrez Araus, Mª.L. et al (2007): Introducción a la lengua española, Madrid, Editorial universitaria Ramón Areces
-Vaz de Soto, J.Mª. (1981): Defensa del habla andaluza, Sevilla, Edisur y Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía
-Carbonero, P. (1982): El habla de Sevilla, Sevilla, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla

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