martes, 11 de junio de 2019

Habla bien, habla'n andalûh (Conclusión)


Una certeza debe habernos asaltado ya cuando llegamos a este punto (si no sabes de qué hablo, te remito a las entradas anteriores).
Hablar andaluz no es hablar mal. Es más, hablar andaluz es hablar bien. El problema es que el andaluz está terriblemente desprestigiado por parte de unes hablantes que se han autoprestigiado (lo que por estas tierras sureñas venimos llamando mesetarios, quienes habitan de Despeñaperros p'arriba), enlazando su realidad lingüística con la social. De este modo, han conseguido que la comunidad andaluza quiera imitar a aquella prestigiada a la hora de "hablar bien". Por tanto, la tarea más urgente en lo referente a este tema es la de concienciar a les propies hablantes andaluces de su identidad, dándoles prestigio sociocultural a sus realidades y su habla. Debemos ser conscientes del origen de nuestra lengua, de su contexto y evolución, e incluso de su influencia en otras (como en las americanas). Un elemento tan crucial en nuestra cotidianeidad y en nuestras relaciones como la lengua es base de toda identidad comunitaria.

Para conocer y reivindicar esta identidad, se han venido haciendo numerosos trabajos y propuestas desde hace años. Ya hemos comentado algunas, pero podemos tomar como referencia principal actual la propuesta EPA, que defiende el andaluz escrito, creando para ello su propio transcriptor de la mano de Andalugeeks. Esta iniciativa, aunque hoy especialmente necesaria, no es nueva. Ya en el siglo XIX Hugo Schuchardt y Antonio Machado Álvarez escribieron las grafías del flamenco, porque lo juzgaban pertinente para profundizar en esta expresión cultural y entenderla. También, ya en el siglo XX, se hicieron trabajos de geografía lingüística, con una visión del habla vertical de las ciudades bastante interesante (es decir, el habla según sectores sociales). Y en los años 50 de este pasado siglo destacaron los trabajos publicados por ALEA (Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía) en seis volúmenes, entre los años 1961 y 1973.

El asunto de la transcripción tiene sentido sobre todo cuando nos enfrentamos al prejuicio ortográfico, otro pilar fundamental a la hora de discriminar el andaluz. Este consiste en creer que se habla mejor mientras más se parezca lo hablado a lo escrito. De ahí también el lema de la RAE, "limpia, fija y da esplendor". El error está en creer que lo hablado debe adaptarse lo escrito, lo cual tendría que permanecer fijo, como al parecer desea la academia. Las lenguas orales están vivas, evolucionan constantemente, y es la grafía la que debe adaptarse a esa evolución para, en la medida de lo posible, reflejarla. La pérdida de s implosiva, por ejemplo, que es algo característico andaluz, se desdeña. Sin embargo, es signo de la vitalidad de la lengua, y en casos como el del francés se ha convertido en norma (también ocurre al pronunciar ua por oi, lo que hasta la Revolución Francesa fue incorrecto, y tras esta se impuso, ya que era el gobierno popular y así era como hablaba la clase popular). El "imperialismo lingüístico mesetario", como algún autor lo ha descrito, nos supone un yugo de culpa y un complejo de inferioridad para les andaluces, más acuciante que el impuesto a otras hablas insulares o peninsulares, ya que nos hacen creer que no sabemos hablar nuestra propia lengua. Nos llevamos la peor parte porque


de Despeñaperros para abajo, no sólo se trabaja peor, se come peor, se vive peor, sino que, encima de Dios, se habla peor 
Vaz de Soto, J.M, p. 37 (1981 )

En esto coinciden la gente, la academia y los medios, y con tantos flechazos hacia nosotres, ¿cómo no creerse lo que nos cuentan? Si al menos en los medios se nos representase en condiciones, otro gallo cantaría, pero sólo salimos como incultes, graciosetes e ignorantes, siempre en nuestro puesto para poner la puntillita a la escena que sea. Hasta en la televisión pública andaluza (sí, Canal Sur, te estoy mirando malamente) nos topamos con acentos que no son los nuestros, sino otros impostados a medio camino entre lo mesetario y lo ridículo. Y no será porque no se le critica a la cadena, pero en las mismas sigue... No vemos comunicadores andaluces hablando con su acento de temas serios, sólo en contextos de jarana y folclore (salvo alguna bendita excepción), porque todo lo que salga de eso no se acepta. En ese sentido ha habido varias polémicas. Hubo una muy sonada con la producción de Movistar rodada en Sevilla y ambientada en el Siglo de Oro, La Peste. Los mesetarios se quejaban de no entender el acento de les actores andaluces. Viene también a mi mente aquella entrevista televisiva que le hicieron a la cantante nazarena, Melody, a la cual le soltaron la frase ¡Qué bien hablas! ¿Has estudiado? Ejemplos los que se quieran, que todos nos conducen a lo mismo.Y el motivo no es otro que la andaluzofobia.

No hay razones antropológicas, ni religiosas para discriminarnos, pues tenemos la misma apariencia que el resto de españoles y compartimos religión. Tampoco las manifestaciones de esta son tan diferentes, porque las estampas que podamos vivir en, por ejemplo, la romería del Rocío, las vemos idénticas en la valenciana de la Virgen de los Desamparados. Así que sólo queda justificar esto por la lengua, que nos hace víctimas de una marginación basada en "criterios arcaizantes y aristocrizantes, extralingüísticos o paralingüísticos, simbólicos, discriminatorios, centralistas, dogmáticos, dictatoriales y racistas" (Vaz de Soto, J.M, p. 33). Es una marginación y corrección ligada, por tanto, a las clases dominantes y comunidades privilegiadas, que nos imponen su habla a costa de hacernos sentir inferiores e incómodes, ajenes a lo oficial y lo público, pues nuestra habla sólo se tolera en lo privado.
Esto implica cuestiones más graves de lo que a priori podamos pensar. ¿Nos hemos parado a analizar por qué Andalucía muestra una mayor tasa de fracaso escolar? Obviamente hay razones económicas, que son muy poderosas, puesto que Andalucía es de las comunidades más pobres de España. Pero además de esto, resulta que en ninguna otra comunidad se les obliga a les escolares a aprender a escribir una lengua que pronuncian de forma distinta. Esto induce a confusión, confusión que no se puede justificar ante les niñes cuando preguntan a qué se debe esta diacronía, lo que acaba dando en frustración y, en no pocos casos, abandono y fracaso escolar. 
Un andaluz escrito puede conllevar romper, en cierta forma, con España (si nos ponemos dramátiques), pero también supondría solventar este problema, y les niñes aprenderían más fácilmente a escribir. Por tanto, resulta más fácil y conveniente aceptar la pluralidad lingüística que existe en nuestro país, y de paso, como propone Vaz de Soto, ser más comprensivos en los exámenes de ortografía en Andalucía y permitir más faltas en estos que en un examen a niñes mesetaries. Así dejarían de hacerles creer que son incultes, sino que se les haría conscientes de que están en desigualdad.

Hablemos, conozcamos, respetemos y defendamos nuestra habla andaluza. Es el futuro, por más que nos bombardeen con mensajes despectivos y descalificantes sobre ella o cualquiera otra de nuestras expresiones socioculturales. Y si nos siguen insistiendo en que no nos entienden, entonces tendrán que reconocer que, después de todo, sí que tenemos nuestra propia lengua.


Webgrafía/Bibliografía

-ALEA en Wikipedia
-Vaz de Soto, J.Mª. (1981): Defensa del habla andaluza, Sevilla, Edisur y Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía
-Carbonero, P. (1982): El habla de Sevilla, Sevilla, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla

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